Aunque funcionan interrelacionadas, vamos a dividir las causas de la depresión en externas e internas. Las causas externas son solamente desencadenantes que incidiendo sobre la previamente creada desarmonía interior, despliegan el estado depresivo. Como ejemplos frecuentes están las desilusiones afectivas, los conflictos interpersonales, la marginación o aislamiento por parte de otras personas, la jubilación no aceptada, los problemas económicos, la muerte de alguien querido, etc.
Pero si observamos que las antedichas situaciones no producen el mismo efecto en todas las personas, comprenderemos que las verdaderas causas de las depresiones son internas, las cuales llevan, durante un período de tiempo más o menos largo, a un desajuste o desarmonía psicológica que, a su vez, se constituye en campo abonado para que, antes o después, surja la depresión. Ejemplos de éstas son la hipersensibilidad, los miedos prolongados, las preocupaciones, las frustraciones, el pesimismo, la tristeza, la tensión nerviosa, la incomunicación, la soledad, las dependencias, la desvitalización progresiva con la edad, la fuerte añoranza del pasado, la rigidez, etc.
Conocer estas causas nos sirve como ayuda para salir de la depresión o como prevención si no se está en ella. Sin embargo, la clave esencial para solucionar el problema, sea cual sea su gravedad, se encuentra en conseguir el nivel adecuado de atención -tanto la dirigida al estado depresivo (a ratos) como la generalizada a todos los momentos posibles de la vida cotidiana- que permita comprender y, por consiguiente, transmutar dicha vivencia. Esta actitud, en si misma, controla la afluencia de pensamientos pesimistas a la mente, pudiendo ser ayudada por la automática decisión de sustituir cada pensamiento negativo que llega por su opuesto u otro positivo.
Por otra parte, sin olvidar lo antedicho, es muy aconsejable el estar ocupados en actividades físicas y mentales en las que centrar la atención, practicar ejercicios físicos como la gimnasia, buscar ambientes positivos (personas o lugares), intentar comunicarse con personas optimistas y estimulantes, escuchar atentamente música de Beethoven, y no olvidar recuperar o explorar aquellas motivaciones que realmente ayudan a vivir (ampliar la cultura personal, asistir a cursos, desarrollar la creatividad interna en trabajos manuales o ser útiles -en lo que se pueda- a la sociedad y a los demás.
Rafael Mateu
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